«Mamá, ¿puedo ver El juego del calamar?»
El juego del calamar en niños: consecuencias y riesgos para su desarrollo emocional
«Mamá, hay unos compañeros que están viendo El juego del calamar, ¿la puedo ver?»
Esta pregunta, aparentemente inocente, esconde una situación que muchos padres están enfrentando: cómo manejar el acceso de sus hijos a contenidos extremadamente violentos que no están diseñados para su edad. Como profesional de la salud mental, quiero explicar por qué la respuesta debería ser no, y por qué esa negativa no tiene que ver con moralismos, sino con neurodesarrollo y salud emocional.
El cerebro de los niños está en construcción
Durante la infancia y la adolescencia, el cerebro no está completamente desarrollado. Especialmente la zona encargada de la empatía, la regulación emocional y el juicio moral se encuentra aún en proceso de maduración. Lo que vemos, sentimos y experimentamos durante esta etapa no se queda “fuera”, sino que forma parte de nuestro cableado emocional.
Ver escenas de violencia extrema —como las que aparecen en «El juego del calamar»— no solo puede generar ansiedad, miedo o pesadillas a corto plazo. El efecto más preocupante es otro: la desensibilización.
¿Qué es la desensibilización?
Es el proceso por el cual, al exponernos de forma repetida a algo impactante, dejamos poco a poco de sentir su impacto. Es como si las emociones se “apagasen” para poder tolerar lo que antes dolía.
En el caso de la violencia, esto puede traducirse en que, con el tiempo, ver sufrimiento ya no genera rechazo. Y si el cerebro aprende desde pequeño que ver a otros sufrir no es para tanto, se vuelve más fácil, en la vida adulta, no conectar con el dolor ajeno. Peor aún: puede facilitar que una persona normalice el maltrato o incluso lo ejerza.
La infancia no es el momento para anestesiar la empatía
Los niños necesitan nutrirse de emociones que desarrollen su capacidad de ponerse en el lugar del otro, de conmoverse, de cuidar. Cada vez que protegemos su mundo emocional, no los estamos sobreprotegiendo: los estamos fortaleciendo. Le estamos enseñando que el dolor de otro importa. Que el sufrimiento no es un espectáculo.
¿Y si ya lo han visto?
No siempre podemos controlar todo. Pero sí podemos acompañar, conversar y reparar. Si un niño ya ha estado expuesto a este tipo de contenidos, es fundamental:
- Preguntarle cómo se ha sentido al verlo.
- Validar si ha sentido miedo, confusión o incomodidad.
- Explicarle que hay imágenes que el cerebro infantil no está preparado para manejar.
- Recordarle que sentir rechazo ante la violencia es algo sano.
Conclusión
Cuando le decimos a un niño: «No es algo que debas ver ahora, porque tu cerebro todavía está aprendiendo a entender el dolor de los demás. Si te acostumbras demasiado pronto a ver sufrimiento como algo normal, podrías dejar de sentir que eso está mal.»… no le estamos asustando. Le estamos poniendo palabras a algo que su cerebro aún no puede entender solo: que la empatía se cultiva y que el dolor ajeno debe seguir doliendo.
Decir “no” a ciertas series no es censura: es cuidado.
La crianza nos plantea retos constantes, sobre todo cuando se trata de proteger la mente y las emociones de nuestros hijos. Si quieres seguir aprendiendo sobre cómo acompañarles en este camino, puedes leer también nuestro artículo sobre cómo proteger a tus hijos de la pornografía en Internet, donde encontrarás pautas para cuidar su acceso a contenidos digitales. Y si lo que buscas es fortalecer tu estilo educativo, te invitamos a descubrir las claves de la crianza respetuosa.
En Centro Imago queremos ayudarte a proteger el mundo emocional de tus hijos con decisiones informadas. Si necesitas orientación personalizada sobre neurodesarrollo y exposición a contenidos, pide tu cita con nuestro equipo.
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